'Trade mark' Poblenou
POR XAVIER THEROS • El País 13/08/2010
Me perdonarán el tópico, pero a todo esto le llamaban el Manchester catalán.
Estamos a unas travesías de la estación de Selva de Mar, de la línea 4 del metro de Barcelona, en la calle de Pere IV.
Justo enfrente de la discreta iglesia del Sagrat Cor se encuentran los talleres de La Escocesa, en medio de un bloque de casas de dos pisos donde antaño vivían sus trabajadores y que esperan su restauración para acoger a nuevos inquilinos. Por aquí pasaba la antigua carretera a Mataró, el lugar ideal para el sinfín de empresas que se levantaron en estos andurriales en la que fue la primera oleada de la revolución industrial. Una de las primeras fue la química J. Arbós y Cía, que se instaló en 1852 en esta parcela por su proximidad a una acequia del Rec Comtal. Pero tres años después, el señor Jaume Arbós experimenta una súbita epifanía, lo abandona todo y abraza el sacerdocio. No mucha mejor suerte tiene la Paul Hermanos, dedicada a los tintes, que cesó su actividad en 1877. A partir de ese momento la fábrica se alquila a trozos para distintas actividades, desde la producción de colorantes hasta la de explosivos, para lo cual ofrece sus instalaciones dotadas de una chimenea, dos grandes calderas y una moderna máquina de vapor.
Esto va a ser así hasta 1894, cuando el escocés John Shields y el inglés Edward Birkhead instalan una factoría de la Johnston, Shields Ld, dedicada al punto de crochet y a los tejidos para cortinajes. Gracias a sus emprendedores inquilinos, la fábrica toma su nombre actual y se sumerge en el complejo y violento mundo laboral de aquellos años. Vivirá duras huelgas y el 2 de julio de 1936 su gerente, Joseph Mitchell Hood, caerá abatido en un atentado. Esto provocará la protesta de los residentes británicos ante su Gobierno, y se considera el punto de inflexión que llevará al Reino Unido a su neutralidad ante la Guerra Civil y a mostrar su escasa simpatía por el bando republicano. Esta industria seguirá en funcionamiento hasta 1984, cuando cerró sus puertas. Y no será hasta 1999 cuando un colectivo de artistas lo ocupará nuevamente, dentro del conocido fenómeno de las fábricas de arte.
Verónique Serfass nació en Costa de Marfil hija de emigrantes franceses y actualmente es la gestora del centro artístico La Escocesa. Me cuenta que los creadores llegaron cuando este espacio pertenecía a varios propietarios, a los que cada cual alquiló un pequeño taller. Pero en el año 2000 pasó a manos de la inmobiliaria Renta Corporación, que echó a aquellos primeros inquilinos. Sin embargo, dos de las cinco naves fueron cedidas al Ayuntamiento de Barcelona, que permitió la instalación de una decena de artistas de la asociación Ideas. Tres años después, diversos colectivos convivían en estas salas. Siempre con la amenaza del desahucio, en julio del año pasado llegaron a un acuerdo con el Consistorio para contratar una gestora que elaborase un plan de viabilidad. El proyecto es convertir las dos naves municipales en un centro multidisciplinar del nuevo distrito 22@.
Por ahora, la treintena de artistas que lo habitan disponen de un plazo de dos años para utilizarlo. El acceso se hace a través de un jurado de personas externas a la fábrica, compuesto por galeristas y comisarios que valoran las propuestas recibidas. Funciona como lugar de trabajo, potenciando exposiciones y colaboraciones con otras fábricas de arte como Hangar, o con festivales como el Loop. Y han iniciado acuerdos con centros internacionales fomentando el intercambio entre creadores (ahora esperan a un grupo de pintores húngaros que pasará una temporada). En septiembre organizan una exposición en Can Felipa, y los días 18 y 19 de ese mes se les podrá visitar dentro de la ruta de Tallers Oberts.
Como dice Verónique: "Pensábamos que la crisis sería un freno, pero nos está beneficiando, porque nos lleva a colaborar y a buscar soluciones imaginativas".